por Ricardo Gorosito, socio del CIHF
Continuamente vemos en los partidos del fútbol actual, cómo los jugadores fingen ante cada infracción, se revuelcan en el piso, protestan permanentemente; en fin, un espectáculo lamentable al que ya estamos acostumbrados. Por suerte, quienes ya peinamos más canas de las que nos gustaría (algunos ni peinamos), pudimos ver algo del “otro” futbol. Ese que prevaleció hasta los ’70, más o menos, cuando todavía no había caído en las garras del súper profesionalismo, donde el dinero lo puede todo y lo maneja todo. Cuando en el fútbol había caballeros.
Y uno de ellos fue el notable arquero de Estudiantes de La Plata, Gabriel Mario Ogando, acaso junto con Luis Alberto Islas, los dos mejores porteros de su historia.
Como siempre, los diarios de antaño nos contaban los hechos casi en el momento mismo que se vivió. Algunos el mismo día en sus ediciones vespertinas y los otros al día siguiente.
Nos llamó la atención un comentario del matutino “El Mundo” del lunes 16 de junio de 1947 referido a un hecho de violencia producido en el partido que el día anterior disputaron en 1 y 57, Estudiantes y River.
Los platenses venían invictos con 13 puntos a dos del líder Independiente, en tanto River estaba tercero con 12. Igualaban 1 a 1 faltando tres minutos, cuando el árbitro Ricardo Riestra sancionó un tiro libre cerca del área estudiantil en favor de los “millonarios”, decisión muy protestada por la parcialidad local.
Félix Loustau ejecutó el mismo en forma de centro y Francisco Rodríguez, de cabeza, anotó el segundo gol de River. Inmediatamente, ingresaron a la cancha un grupo de exaltados con intenciones de agredir al árbitro. Según cuenta el diario, luego del partido el Sr. Riestra declaró: “La policía me dejó solo como un corderito. Recordaré mientras viva la valiente y osada actitud de Ogando, Moreno y José Ramos, que asumieron mi defensa al ser rodeado por la turba”.
Obviamente el partido se suspendió por faltas de garantía y el resultado de 2 a 1 en favor de River quedó firme.
Quisimos hurgar un poco más sobre este hecho y encontramos en el fascículo Nº 7 de la publicación “Fútbol – Historia y Estadísticas” – Editorial Abril, un dato complementario a esta noticia. Dice que la furia de los hinchas persistió hasta casi tres horas después de finalizado el encuentro, cuando por fin Riestra pudo salir del estadio, gracias a un gesto ejemplar de Gabriel Ogando, quien lo condujo en su coche particular hasta su domicilio.
Al domingo siguiente, Estudiantes enfrentó a Platense en Manuela Pedraza y Crámer, y antes del inicio del partido, el Colegio de Árbitros le hizo entrega de una medalla por el caballeresco gesto de una semana atrás. Allí Ogando recibió la ovación de todo el estadio.
Tuve la oportunidad de verlo personalmente a finales de los años 80 cuando trabajaba como empleado de una importante disquería ubicada en Corrientes y Callao. Se notaba que el fútbol no había sido muy generoso con él en lo económico. Este gran arquero nació en la Plata el 22 de agosto de 1921 y falleció en Buenos Aires el 18 de julio de 2006.