El aroma del tiempo

El 19 de mayo de 1940, por la séptima fecha del campeonato, el fútbol argentino comenzó a utilizar cronometristas encargados de controlar el tiempo de cada partido. Una medida que hoy, 79 años después, resulta entre graciosa e inentendible por los avances de la tecnología y la existencia de relojes que miden hasta cuánto uno logró conciliar el sueño una noche cualquiera.

Por Ignacio Titimoli, socio del CIHF

Fue también un 19, pero de enero y del año 2017, cuando la FIFA informó una batería de medidas que intentará implementar de cara al Mundial del año 2026. Entre ellas: que los partidos ya no sean de 45 minutos corridos, sino que “el reloj se detenga cuando la pelota salga de la cancha o haya una falta en los últimos diez minutos del partido; (…) una medida que buscará la mejor manera de combatir las pérdidas de tiempo”.

Un tercer hito de color en esta historia de los tiempos, la tecnología y el impartir justicia es la que contó Roberto Fontanarrosa: sin saberlo, el Negro, crack entre los cracks, se convirtió en un profeta. En uno de sus cuentos, “Fútbol y Ciencia”, el autor menciona que “a escasos cien metros del coqueto estadio de Oberhausen, los concurrentes podían advertir una misteriosa construcción de cemento, de forma tubular, que alcanzaba la respetable altura de 75 metros. Esta torre no representaba ventaja alguna, y más podía confundirse con un monumento moderno, o con alguna reminiscencia emblemática de la majestuosidad nazi que con lo que verdaderamente era: la central computarizada de control desde donde se dirigía el encuentro”. El árbitro disfrutando de su cerveza; múltiples cámaras de televisión; la cuasi perfección de la justicia en su máxima expresión; la tecnología —con sus cámaras y pantallas, sus videos y repeticiones—también en su cénit insuperable.

Esta triple conjunción de hechos —y esta necesidad de conjugarlos— es una idea que, definitivamente, llega en tiempos de VAR (Video Assistant Referee): el represivo sistema —similar al que previó el Negro— que ahoga y posterga gritos de gol con la excusa de impartir justicia. Todos los goles que se producen en las ligas europeas o en las instancias finales de las principales ligas latinoamericanas, deben someterse al filtro del VAR; el problema es que la gente —la afición, los hinchas— aún no lo asimila.

El solo hecho de imaginar personas que, cronómetro en mano, intervinieran en los designios del tiempo y los partidos, resultan hoy un cuento de ciencia ficción, como aquel que supo escribir Fontanarrosa y que hoy es realidad.

En “El aroma del tiempo”, el filósofo Byung-Chul Han habla de la aceleración y la atomización del tiempo. Y de los vínculos efímeros y los contactos laxos. ¿Quién hubiera dicho que dejaría de ser natural el hecho que cronometristas controlen los tiempos de los partidos para dejar lugar a la máquina teorizada por Fontanarrosa, hoy realidad en sus aspectos más significativos?

Lo que resulta enriquecedor, sin embargo, es la esencia de la historia, en tanto que ninguna historia —ningún hecho de la historia— debe ser comprendido y analizado fuera de su contexto. “La vida pierde cada vez más la amplitud que le proporcionaría la duración” —concluye el filósofo.

Deja un comentario