por Carlos Quiroga, socio del CIHF
En el partido número 15 en la historia de la Copa América (llamada por ese entonces Campeonato Sudamericano) se enfrentaron Uruguay y Chile. El sábado 17 de mayo de 1919 la ‘Celeste’ se impuso por 2-0 y en la formación inicial tuvo a Roberto Chery; Manuel Varela, Alfredo Foglino; Rogelio Naguil, Juan Alfredo Zibechi, José Vanzino; José Pérez, Héctor Scarone, Carlos Scarone, Isabelino Gradín y Alfredo Romano. Lo curioso es que ese sería el debut en un partido internacional oficial y, a su vez, el último encuentro del arquero charrúa.
Si bien el titular era Cayetano Saporiti, no se adaptó al calor en el primer encuentro y decidió dejar su lugar en el segundo compromiso. Con 8 mil personas presentes en el Estadio Das Laranjeiras, el golero surgido de Peñarol evitó lo que era un gol del rival enviando la pelota al tiro de esquina y quedó tendido en el suelo por unos minutos. La violencia de la caída sería peor de lo que se supuso. Terminó el partido pese a algunas molestias y en el hotel empezó lo peor: había sufrido el estrangulamiento de una hernia inguinal. A la mañana siguiente el dolor seguía y todo derivó en su internación.
El jueves 29 de mayo los futbolistas uruguayos se midieron ante Brasil en lo que fue la definición más larga en la historia del certamen (con 150 minutos disputados). El tanto de Friedenreich sentenció el 1-0 y el primer título de la ‘Verdeamarelha’ aunque eso no sería lo más grave: al día siguiente el estado de Chery empeoró y tuvo que ser operado. Luego de una cirugía exitosa, falleció a causa de una peritonitis en lo que fue una noticia sorpresiva para el fútbol sudamericano.
En junio de ese año se disputó la Copa Roberto Chery, entre Brasil y Argentina, en lo que fue un partido a beneficio de los familiares del extinto. Los jugadores argentinos vistieron la camiseta del seleccionado uruguayo mientras que los brasileños utilizaron la indumentaria de Peñarol. Con el encuentro finalizado en empate 3-3, el trofeo se donó al club aurinegro.
Roberto Chery nació en febrero de 1896 al sur de Montevideo y Roberto Catrufo, un allegado a Peñarol, lo descubrió y fue clave para que el guardameta diera sus primeros pasos en el fútbol. Al momento de su trágica muerte, con tan solo 23 años, tenía características muy marcadas: era alto, musculoso, con buen golpe de vista y elegante ante jugadas riesgosas. Su gorra era infaltable en cada partido, su camiseta era distinta a la del resto de los arqueros de su época, le decían ‘El Poeta’ ya que creó la poesía que arrancaba “Oh Peñarol, yo te saludo…” y compartió con sus mejores amigos, Isabelino Gradín y Antonio Campolo, desde la llegada a inferiores hasta la integración del plantel subcampeón de América. Sin embargo, sin tener una extensa trayectoria, fue catalogado en su país como el mejor arquero hasta el nacimiento del profesionalismo. Este mes se cumplen 105 años de este suceso particular del torneo sudamericano.
