por Raúl Ramírez, socio del CIHF
Ha muerto Silvio Ramón Ruiz, ex futbolista profesional. Así lo informó en la red social de Facebook su nieto, y lo recogió en el foro de nuestro Centro el socio Jorge Concilio. Señalo esto en particular porque no he encontrado hasta ahora en otros medios masivos información sobre el deceso que habría ocurrido el 26 del corriente. Merecería un recuerdo de sus pares pues su nombre está vinculado estrechamente con los derechos de los futbolistas profesionales. A evocar porqué están dedicadas estas líneas.
Silvio Ramón Ruiz fue un futbolista bravo y seguidor en la marca, y con correcta dotación de recursos técnicos según quienes lo vieron jugar, que actuó profesionalmente en las décadas de los ’50 y ’60 del siglo pasado. Debutó en el Club Almagro, en Primera B, el 25 de mayo de 1957, en la victoria del equipo tricolor ante San Telmo por 5-1. Esa tarde lo hizo como back derecho, aunque luego su puesto habitual sería el de marcador de punta, por una u otra banda. En Almagro jugó 80 partidos, con 4 goles, hasta 1960. En 1961 saltó al fútbol grande, al ser adquirido su pase por San Lorenzo de Almagro, donde habría de jugar 67 partidos, con debut victorioso en un clásico ante Huracán (5-2) y despedida en 1964. Hizo dupla en la zaga con el salteño Cancino, Cerró luego su ciclo profesional en Platense, con 54 partidos y un gol convertido entre 1965 y 66.
Una situación derivada de un reclamo que hizo a su último club, relativa a un incumplimiento contractual, derivó en una demanda judicial. Y aquí lo del comienzo: de este litigio que en principio concernía solamente a Ruiz y a Platense derivaron consecuencias para todo el mundo del fútbol profesional en nuestro país. Para entenderlo mejor, conviene repasar brevemente la situación de los jugadores profesionales en Argentina, respecto a sus derechos como tales. Como sabemos el profesionalismo quedó instaurado oficialmente en 1931 cuando 18 clubes, entre ellos los más poderosos se separaron de la Asociación Argentina de Fútbol y fundaron la Liga Argentina de Fútbol, que dejó de pagar bajo la mesa por sus servicios a sus jugadores, y pasó a hacerlo legalmente, debiendo los contratos ser firmados y registrados en la entidad, para que esta reconociera su validez. De la situación así planteada derivaría la creación de la actualmente vigente Asociación del Fútbol Argentino, en noviembre de 1934, cuando el resto de los clubes se plegaron a la misma, reconociendo la preeminencia que por convocatoria y poderío económico ejercían los profesionales. Sin embargo, la condición de profesionales de los futbolistas no implicó un reconocimiento amplio de derechos. Los clubes siguieron teniendo con sus futbolistas una relación despareja, en la que el jugador carecía de derechos que hoy se le reconocen. La reducción del monto de los contratos, la rescisión de los mismos o la aplicación de sanciones que implicaban no cobrar todo o parte del sueldo pactado eran “soluciones” habituales cuando un equipo dejaba de tener chances y resolvía economizar. Por otra parte, era común que ante una lesión seria que le impidiera seguir jugando el club simplemente lo desvinculara, dejándolo desprotegido. A lo sumo estaba el recurso del partido a beneficio, tan común en esos tiempos, promovidos por colegas de actividad o simpatizantes, cuando el jugador sufría una desgracia que lo inhabilitaba. El eventual reclamo del jugador se llevaba a la justicia civil, en una época en la que no existían los tribunales del Trabajo. La situación se prolongó en el tiempo, e incluso creados estos en la parte final de los años ’40, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, los beneficios de esta medida no alcanzaron con fuerza a los futbolistas profesionales: Un fallo plenario de la Cámara Nacional del Trabajo de 1952 negó a ellos la condición de trabajadores, siguiendo una doctrina de origen español imperante entonces. Fue en un juicio que le entabló el zaguero Ricardo Vaghi a River Plate cuando a causa de una lesión no pudo seguir jugando.
Precisamente el reclamo de Ruiz a Platense vino a cambiar las cosas definitivamente. Dictado en 1969, un nuevo fallo plenario pasó a reconocer a Ruiz, y con él a todos los futbolistas profesionales, la condición de trabajadores con el derecho a protección integral, entre otros casos, en el supuesto de lesiones o enfermedades sufridos en cumplimiento de sus actividades. Digamos brevemente que un fallo plenario es el dictado por una Cámara de Apelaciones cuando previamente en distiintos casos de temática similar ha habido fallos divergentes sobre el mismo tema. Para evitarlo se reúnen todos los integrantes de esa Cámara y deciden por mayoría un pronunciamiento que pasa a ser obligatorio para todos los tribunales del fuero. Eso pasó en el caso Ruiz, en el que el destacado jurista Mario Justo López dijo palabras que no solo los futbolistas, sino también periodistas y simpatizantes debiéramos tener en cuenta, para ahorrarnos mal entendidos: “El jugador profesional de futbol trabaja, no juega, como ya dije; y trabaja para otros, el club como entidad colectiva (en nuestro medio, asociación civil deportiva) y mediatamente, para los afiliados y simpatizantes del club que se sirven instrumentalmente de él para satisfacer vicariamente su afán de competición y de victoria”. Desde el punto de vista del Derecho parece evidente pero aún hoy resulta un concepto indigerible para el hincha común, que prefiere imaginar a los que defienden sus colores queridos como sus compañeros de anhelos y de amor intangible por su divisa.
Por otra parte, se tiende a confundir la privilegiada situación de super estrellas del fútbol internacional y aún las de las bien remuneradas figuras de nuestro fútbol de entrecasa, con la del común de los jugadores, cuando en realidad aquellos son una ínfima minoría, sobre todo en un medio deportivo como el nuestro, donde la condición de futbolista profesional ha sido extendida hasta la Primera C y similares, niveles donde se manejan cifras muy modestas, tanto en ingresos de los clubes, como de remuneraciones.
Cuatro años después de ese fallo se aprobaba por Ley el primer Estatuto del Futbolista Profesional tras una larga lucha de la gremial que agrupa a los futbolistas, representada entonces por dirigentes como, entre otros Carlos Della Savia, Carlos Pandolfi y José Omar Pastoriza, el gran volante de Independiente y la Selección Nacional que debió emigrar luego al fútbol europeo cuando aquí la dirigencia le cerró las puertas.
Más allá de las condiciones que le permitieron jugar profesionalmente durante una década, Silvio Ramón Ruiz fue un ejemplo del futbolista modesto que tuvo que recurrir a la justicia para defender sus derechos y que, en su caso, tuvo un éxito que trascendió largamente a su situación personal. Quizás no sean muchos los actuales compañeros de profesión que recuerden su nombre y lo que a él le deben.