Walter Saavedra: la voz que hizo del fútbol poesía

por Cristian Marcantonio, socio del CIHF

 

Murió Walter Saavedra, y con él se apagó una de las gargantas más emblemáticas de la radio argentina. Pero su voz –esa mezcla de épica y ternura, de metáfora y cercanía– no se extingue del todo: seguirá vibrando en la memoria colectiva de quienes lo escuchamos relatar, domingo tras domingo, un corner o una gambeta como si fueran capítulos eternos de la historia popular.

Cantame, cantame Walter, cantame un gol, pedían oyentes y futbolistas, conscientes de que cuando Saavedra relataba, el gol no era sólo un instante deportivo: era un estremecimiento cultural, un latido compartido, un pasaje de literatura oral en vivo.

El relator y el poeta

Ariel Scher (socio del CIHF) lo recordó como “la poesía hecha fútbol”, como “un hombre capaz de encender las palabras para que la vida sonara distinta. Y tenía razón: Saavedra no se conformaba con narrar jugadas. Construía relatos que bordaban humanidad. Se ocupaba de dar dignidad a cada palabra, ya fuera en el éxtasis de un estadio colmado o en el gesto humilde de fabular un partido para un niño que lo admiraba”.

Esa sensibilidad también lo llevó a escribir. Su libro Hambre de gol, escrito junto al “Turco” Cherep, confirma que lo suyo no era solamente la oralidad del micrófono, sino también la cadencia de la página. Y en poemas como “Nunca jamás” dejó estampada su visión de vida: “¿Cómo vas a saber lo que es la amistad si nunca devolviste una pared?”. Una frase que condensaba su convicción de que el fútbol es, ante todo, vínculo humano.

De Mar del Plata a la radio grande

Nacido en Mar del Plata, Walter Saavedra relató Mundiales, Copa América y Juegos Olímpicos. Trabajó en muchas radios. Incluso en Radio Rivadavia, uno de los grandes templos de la radiofonía argentina. Allí construyó su apodo más entrañable: “Waltergol”. Alejado de los medios nacionales, en los últimos años trabajó en FM Sol Santa Fe.

Su estilo era distinto: narraba con pasión, pero también con un castellano pleno, con metáforas inesperadas, con el compromiso de darle vuelo literario a cada jugada. Juan José Panno (coautor de “Mitos y leyendas en la historia de los mundiales” con Oscar Barnade, vicepresidente del CIHF) recuerda “cómo logró marcar un tiempo en la radio: ese tiempo en el que el relato no era mera transmisión de datos, sino la creación de un clima, una fiesta de los oídos”.

Panno también lo describió como “..relator, escriba, poeta, periodista, tímido, creativo, generoso, hombre con conciencia de clase, amigo incondicional”.

Un hombre del pueblo

Saavedra nunca renegó de sus raíces de clase trabajadora. Al contrario, las asumía con orgullo. Y eso lo acercaba aún más a la gente. En tiempos en los que la radio era la gran compañía de los hogares, su voz no era distante ni impostada: era la de un vecino que hablaba con pasión, que saludaba por los cumpleaños en Facebook, que sabía que el relato era también un acto de comunidad.

Legado y memoria

Saavedra fue un relator, sí, pero también un escritor, un poeta, un militante de la memoria cultural del fútbol. En sus metáforas cabía tanto la belleza de una gambeta como la dignidad de quienes encuentran en el deporte un espacio de identidad.

Su muerte deja un silencio difícil de llenar. Pero como escribe Scher, “quizá la mejor manera de honrarlo sea gritar goles en las esquinas durante medio año, para que la tristeza no tape la alegría que él supo regalarnos”.

La voz en la historia

En el Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF) creemos que la historia del fútbol no se escribe sólo con estadísticas, partidos y campeonatos. También se escribe con voces. Y entre esas voces, la de Walter Saavedra ocupa un lugar indeleble.

Hoy despedimos a Waltergol con respeto y gratitud. Su voz ya es parte de la memoria histórica que preservamos: la memoria de un fútbol que también se escucha, que también se canta, que también se cuenta.

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