1945. El primer campeonato oficial de Central Córdoba

Repasamos el primer campeonato oficial de Central Córdoba en la Liga Cultural de Santiago del Estero.

Por Esteban Carrizo, socio del CIHF.

Los ’40 son una década, que desde lo futbolístico tienen muchas cosas interesantes para mencionar. Según Julio César Pasquato, en un artículo para la revista El Gráfico, por aquellos años cambian algunos aspectos del juego y del trato a la pelota, ya no importaban demasiado la gambeta y el firulete, o la avivada de potrero, ahora los analistas, fijaban su atención en el jugador con estética y prestancia, y se examinaba fundamentalmente, la manera en que se trataba la pelota y como se le pegaba.

En aquellos días, se ponía de moda elogiar al futbolista que antes de tirar un pelotazo, levantaba la cabeza y observaba en perspectiva el campo de juego, para direccionar su pase. También por esos tiempos, “años más, años menos”, nos relata Carlos Aira, que en la metrópoli, comienzan a dibujarse las primeras líneas de trascendencia sobre algunos de los equipos considerados relevantes, es decir, los que venden más entradas y llenan la cancha, en definitiva, clubes de taquilla, a los que, de ahora en más, la prensa los denominará con el mote de los “cinco grandes”. En nuestra ciudad, también se producen cambios notorios. La desaparición de muchos clubes de futbol, permitió establecer certeramente cómo será el panorama de los torneos locales para los próximos años, también esos cambios paulatinos, fueron desplazando pausadamente, de su lugar de preponderancia, a algunos equipos tradicionales, y otros clubes, también importantes, toman impulso, para empezar a recorrer ese camino, intentando calzarse el mismo ropaje.

La rotunda crisis económica de los años 30, y las ideas porteñas de profesionalización, habían dejado al futbol santiagueño en la lona, muchos de los destacados “footballers”, largamente consagrados, defendiendo el uniforme de la Liga Cultural entre 1925 y 1930, emigraron automáticamente, en su mayoría, al futbol grande del país. En la ciudad santiagueña, los equipos que lograron atravesar esa tormenta, -Bien sea, por el debilitamiento de las estructuras del fútbol, con el vaciamiento de los clubes ante la salida sus ídolos, por una discusión de vieja data, concentrada en la raíz problemática que dividió por muchos a años a la Liga Santiagueña, de la Liga Cultural -1918/1927-, y desde luego, por la propia crisis de época, que también golpeo crudamente, en los primeros años de la década de los 30 a la Liga Cultural-, fue porque tenían bases institucionales sólidas o alguna influencia estratégica en las áreas públicas, en otros casos, fue a gracias a la recepción de algún donativo empresarial o subsidio estatal, o bien, en el último de los casos, fue, porque consensuando entre dirigentes, se logró una fusión interinstitucional. Para el resto de los clubes, quedaron dos opciones, mantenerse como puedan, o la inevitable extinción.

Además, sucede algo excepcional. Quizás el más notable de los cambios, por aquellos días, fue el que se pronunció de la mano de la política dirigencial, y el que, desde luego, en los meses finales de 1945, lograra desatar una carrera infernal por el título del Torneo Anual de la Liga Cultural de Football. Esos aires de cambio, traen consigo, señales premonitorias, pues a la vez que se produce una especie de transición de liderazgo entre los “clubes grandes”, también esos mismos aires, empujan a poner en la órbita de los clubes destacados, a clubes muy sacrificados, y que hasta ese año, aún no habían podido dar el grito de campeón.

Hacia finales del torneo de 1945, son tres equipos los que llegan a la última fecha liderando la tabla de posiciones, dos viejos conocidos y poderosos como Estudiantes -25 puntos-, Unión -25 puntos-, y un sorpresivo Central Córdoba -también con 25 puntos-. Apenas un poquito más atrás, el siempre temible y complicado Comercio Central Unidos con 22 unidades, los del popular Barrio Norte, habían realizado una buena campaña, como para alzarse con el título.

Estuvieron cerca. No era algo inesperado, estos son los clubes que mejor se habían desempeñado en los últimos cinco años desde lo futbolístico, y con la excepción de Central Córdoba, que es un club en crecimiento, los otros dos líderes del torneo, quieren seguir siendo la vanguardia. Los más importantes, para ese torneo en particular, son los casos palpables de Estudiantes y Unión, se sienten seguros campeones, se sienten confiados, intocables, y no es para menos, saben que cuentan con determinados avales, muchas preferencias de parte de quienes conocen el paño del fútbol y sus diversas utilidades, y una importante cantidad de “mimos al corazón” por parte de un grupito reducido de “operadores” del fútbol.

Con la fuerte aparición de Central Córdoba, presentándose como un impactante elemento de ruptura para los círculos exclusivos, empieza a quedar en claro, que en este campeonato, más allá de la clasificación y la copa en juego, más allá de la importancia de todos los ribetes económicos que se puedan enumerar, una de las cosas de valor que se incorpora, son los aspectos simbólicos, como el prestigio y la distinción patricia de los clubes más tradicionales. Debe quedar claro, que la cuestión monetaria es fundamental, pero también lo es, todo aquel cuño que otorga a clubes como Estudiantes, el certificado con el sello de institución fundadora del futbol santiagueño. Ciertamente, la cuestión económica, es un detalle de suma importancia, las boleterías y sus jugosas recaudaciones, son el centro de atención de algunos ambiciosos, también las grandes ventas de entradas por la definición del torneo, son las “componendas” que marcan el compás de este conflicto.

Aparecen, además, otros factores que hacen de este torneo, una competencia de máximo riesgo, los dirigentes más experimentados, empiezan a tomar como ejemplo, algunas ideas, y ciertos parámetros de gestión porteños, saben que aquello que no se conquista en el campo de juego, es una gran oportunidad desperdiciada en la lucha por el predominio de lo futbolístico. En los días finales de 1945 no solo se compite por el honor, o por la camiseta, hay cosas serias en juego, y toca muy de cerca a todos los equipos comprometidos en ese tramo final, tanto a los clubes consagrados, como al humilde Central Córdoba, quien ahora pasó a representar una seria amenaza para el desenlace de ese torneo. Con los tres líderes, conviviendo en la cúspide de la tabla, en plena lucha por el torneo, también, campeaba el panorama desde cerca, Comercio, que si bien es cierto no tenía posibilidades, debía jugar la última fecha con Central Córdoba, los “operadores” saben, que una victoria de los Barrio Norte, significaría el destronamiento parcial de los del Cantarranas.

Precisamente, será ese escenario de dominio, el que propongan para el juego de las intrigas, los dirigentes de mayor peso en la Cultural. Proponen un escenario implantado en un terreno fangoso, difícil de transitar para aquellos que no son cercanos a los “talleres” del poder, donde con mucha paciencia, se va contorneando al nuevo campeón. Este terreno de grandes posibilidades es de tránsito liviano para pocos, en cambio, no es tan auspicioso para los clubes más débiles. Se complica para los que “no tienen llegada”. El sistema propuesto por aquel Tribunal de Penas, estaba cargado de tramas muy bien planificadas y de puntos de presión localizados, de negociaciones que pasaban “por abajo del mantel” en alguna confitería céntrica, de acusaciones simuladas que se cruzaban entre los clubes y las personas con mayores intereses, haciendo a un lado a los ignotos. No obstante, dentro de ese mismo escenario, se desataban otras inclemencias, La Cultural, puertas adentro se prendía fuego, algunos dirigentes, hasta parecían escandalizados, no era para menos, una rareza deportiva llamada Central Córdoba, un “olvidao” de la periferia del sector oeste de la ciudad, había asomado la cabeza por primera vez. La proposición entonces, pasó a ser, “Hay que bajar al cuadro de Terrerita”.

Hoy, bajo un análisis conceptual, más extenso a raíz del hallazgo de nuevas fuentes, se expone, que ante todo, ese complejo marco interno de especulaciones, dejo expuesta una lucha de pasiones políticas e intereses personales muy fuertes, antes que deportivas. Central Córdoba para ese periodo, seguía siendo un equipo del montón, era un club que tenía una participación sobria en los distintos torneos, que ganaba premios importantes con sus divisiones inferiores, pero aun así, no era de los que “movía la aguja política” en la Liga Cultural, no era una molestia para “los grandes”. Aún no había podido obtener un campeonato, y ello claramente, no lo ayudaba a encajar en la consideración de los “pudientes”, ni mucho menos a ponerlo a la altura de los consagrados, acaso como el Club Atlético Estudiantes.

Este fue el equipo sensación de 1945, quien no solo competía por lograr una nueva edición del torneo local, sino que, además, era uno de los grandes animadores en el torneo nacional, pues venía en marcha furiosa, eliminando por paliza a cada rival que le tocaba enfrentar por el Campeonato de la República. Todo indicaba que Estudiantes, era una eventual fija en ambos frentes para 1945, venia de golear categóricamente a San Martin de Tucumán por 4 a 2, y en el torneo local estaba en la cúspide de la tabla. El equipo tucumano, había sido el último gran campeón del mencionado campeonato, de la edición de 1944. Estudiantes, lo liquido en un simple trámite. Era un club afianzado, y fue a partir de sus influencias, que lograba reforzarse con los jugadores más talentosos del futbol local. Además, sus dirigentes, eran hábiles estrategas en la arena política.

Sin embargo, este club, no era el único, también le hacían “pata ancha”, al enigmático, pero aguerrido Central Córdoba, entidades conspicuas como Central Argentino, campeón de los años 1941 y 1943, y además un importante representante santiagueño, también en el Campeonato de la Republica, en su versión del año 1943. Y desde luego, estaba presente, el siempre destacado Unión, quien terminaría muy cerca de obtener el campeonato de 1945, pisándole los talones a Central Córdoba, pero que ya en 1946 no se le escaparía, para luego volver a repetir la hazaña de campeón en el año 1950.

El Ferroviario, desde su nata simplicidad, también ofrecía por aquellos años, muestras de crecimiento, la primera división, se destacaba permanentemente por hacer buenas campañas, nuestra quinta división había sido la indiscutible ganadora de dos torneos consecutivos en los años de 1943 y 1944, esos muchachos, eran la famosa “5ta de fierro”, la institución casi en su conjunto demostraba que estaba para otras cosas, aunque por su naturaleza periférica y humilde, generalmente se la tuviera a menos. Central Córdoba, desde su compleja existencia material, y sus modestas finanzas, hacía las cosas muy bien en los diversos ámbitos de la gestión y en la conducción deportiva, era una institución respetuosa, ordenada, pero le faltaba algo, para ser algo más que un club de “mitad de tabla”, con aspiraciones mayores. Por esos años, se verifica incluso, una contrariedad conceptual enorme en torno a la entidad, el periódico La Provincia, en una edición de 1944, apunta entre sus páginas a Central Córdoba, como el “Ciclón del Oeste”. Muy a pesar de este mote altisonante y gratamente optimista, aún le faltaba obtener un campeonato.

La situación problemática, o el intríngulis que desató esta enorme maraña de relaciones desteñidas y roces desagradables entre clubes, gira en torno al encuentro que se había disputado en la ciudad de La Banda, el domingo 7 de octubre de 1945, entre ambas entidades ferroviarias. Durante el desarrollo del mismo, volvió a cobrar cuerpo, un acto de gravedad, que a raíz, de la repetición de varios casos, poco a poco se venía convirtiendo en moneda corriente en las tribunas santiagueñas. Este acto comenzó a vincularse con una desconocida furia desatada en las parcialidades, y la agresión permanente a los árbitros.

En resumen, la invasión al campo de juego, y las agresiones tanto físicas, como verbales, eran un fenómeno que iban en aumento en los torneos de aquellos años. El alcohol y la violencia le ganaban con soltura al espectáculo deportivo, no importaba de que partido se tratase, la impostura y las embestidas contra todo lo que se considere adversario, estaban siempre presentes, y en cada partido, por más trivial que fuere, había un árbitro que terminaba seriamente lesionado. Este terrible incidente que paso a mayores en La Banda, fue la continuidad de un acto precedente, de idéntica repercusión, que se había producido el domingo anterior en la ciudad de Clodomira, donde el referee, a raíz de los disturbios, no la sacó barata. Ante la aparición y la constante repetición de estos dramas, los dirigentes de la Liga, no tomaban partido, simplemente permitían que suceda, y tampoco se esmeraban demasiado, en llevar a cabo las acciones de sanción correspondientes contra los clubes responsables. Los árbitros, habían empezado a quedar en estado de indefensión, el espectáculo se afeaba en cada presentación, y lo más grave, es que había iniciado en el fútbol santiagueño, hacia un tiempo atrás, un proceso de normalización de la violencia en los campos de juego.

El desarrollo del partido entre ferroviarios, de aquel domingo 7 de octubre, había arrancado con una supina intranquilidad en las tribunas, desde temprano acontecieron varios actos de hostilidad entre las parcialidades, por lo que el árbitro José Pío Aranda, luego de sufrir acoso permanente, por parte de los hinchas de Central Argentino, determinó la suspensión del encuentro. Bajaron fuertes presiones sobre el arbitraje desde las tribunas, como era previsible para estos casos, hubo invasión del campo de juego, y finalmente atacaron al juez. El reglamento de la Liga Cultural, según expresiones tomadas de los medios, no dejaba lugar a dobles interpretaciones, la responsabilidad ante la ausencia de seguridad en el estadio, corría por parte de los locales. Luego de la increíble suspensión del encuentro, lejos de sancionarse a Central Argentino, como único responsable de estas incidencias, sea por la falta de garantías, por la presencia de un espíritu antideportivo o la violencia imperante, días más tarde, el “famoso” Tribunal de Penas, de manera inaudita, sancionó al árbitro, luego, dictaminó que se trató de un partido “mal suspendido”, y decidió hacer jugar de nuevo, todo el encuentro. Central Córdoba había recorrido un camino bastante exitoso en el torneo, se encaminaba directo al campeonato. Los dos puntos le correspondían, pero algunos, decidieron lo contrario.

Fortuitamente, en esos tiempos del “siga, siga”, o del “juegue si quiere ganar”, resurge un nuevo modelo de prensa deportiva que interviene activamente buscando desenmascarar a los gerentes del statu quo. Su uso más frecuente, es la pluma cargada de tinta, color ironía. El Liberal, es un diario crítico, a veces muy técnico en sus páginas de deportes, pero todavía se muestra algo conservador en el momento de ahondar en algunos detalles. La Hora, en cambio, decide meterse de plano en aquellos temas filosos que laceran al futbol, sus periodistas saben que están ante las puertas de cierre de un torneo con varias aristas discordantes, que pueden llevar semanas en encontrar la solución, y cuanto más se extiendan las discusiones entre fabuladores y agraviados, mejores serán las tiradas y las ventas. Los corresponsales, eran testigos, que en las canchas explotaban las boleterías, domingo a domingo. Hay mucho dinero “contante y sonante”, el futbol es un gran negocio, y algunos partidos, por esos días, alcanzan ribetes muy taquilleros. Este periodismo deportivo descubre tal vez el hecho, que para vender, hay que ejecutar una prensa que “pele el hueso”, y es lo que hacen con mucho esmero, en esta parte definitiva del campeonato.

En aquellos círculos poco oxigenados de la Liga, donde deambulaban nuestros dirigentes, a veces ayudados por estos periodistas de “combate”, maniobran como pueden, se desenvuelven en un contexto de marcada incertidumbre, tratando de comprender la realidad, buscando interpretar las acciones inesperadas que surgían de la entidad que regía por entonces, el futbol doméstico. Todo este complejo entramado, nos deja entrever, que aquella dramática contienda deportiva, se definirá recién después, de haber finalizado el torneo. Los rumores indicaban, que no había posibilidades, que el Tribunal se expida a favor de Central Córdoba. Y eso, es lo que terminó sucediendo.

El periódico La Hora, de líneas “picantes” y poseedor de una dialéctica contenciosa a la hora de hablar de deportes, plasmaba en los párrafos dedicados al futbol urbano, todos los detalles de último momento, incluso los más desopilantes sobre aquella conmovedora definición. Más allá de toda rivalidad virtual con la prensa, o de cualquier hoja periodística punzante o sarcástica, había un grupo muy acotado de dirigentes liguistas, a los que los escritos no les hacían mella, y aumentando la apuesta, empezaron a evidenciar el hecho de no tener la intención de jugar con reglas claras.

Si bien es cierto que el futbol, se desarrollaba y convivía en un marco más aperturista y popular desde 1920, lo real, es que aún perduraba el mandato de los clubes tradicionales, los cuales permanecían impregnados de su esencia natural, de casta y de cuna dorada. De manera solapada, también esos gestos, que hoy vulgarmente se conocen como “chapear”, iban exponiendo intenciones relacionadas con una clara acumulación de poder. Algunos periodistas, incluso, llegaron a lamentarse en sus columnas, diciendo: “Como puede ser posible que le quieran hacer esto a un club tan humilde”.

Definitivamente, el equipo que más trasciende en la década de los 40, es Estudiantes, quien un año más, comparte liderazgo en la punta en la tabla de posiciones. El ahora ex Presidente de Estudiantes, es también el mandamás en el Tribunal de Penas, las otras dos personas que le siguen en jerarquía en el ámbito del Tribunal, también, son ex dirigentes del histórico club. Es decir, ese núcleo pequeño de “capitostes”, eran los dueños del cuchillo, y eran los que “cortaban la torta”. Las maniobras del famoso Tribunal en sus laberintos silenciosos, lo llevo a tomar una medida desconcertante, parcial y muy arbitraria.

Esa medida terminaría por poner al Ferroviario en el peor de los escenarios. Puntero indiscutido del torneo, fue obligado de manera grotesca a jugar de nuevo un partido, que de acuerdo a las reglamentaciones vigentes, debió haberlo ganado desde la legalidad. Increíble, e inesperado, las normativas que regulaban la competencia, debieron favorecer en todo momento al equipo visitante, quien se había visto perjudicado, primero, por un resultado arbitral que se ajustó “a pedido”, luego por la suspensión de aquel partido, cuando faltaban apenas dos minutos para el final. En cuanto a las agresiones del partido, tanto la parcialidad visitante, como los jugadores de Central Córdoba, nada tuvieron que ver con las grescas desatadas por los jugadores de Central Argentino, ni mucho menos, tuvieron participación en las agresiones al árbitro. El Tribunal de Penas, lo hizo una vez más. Miró para otro lado.

Quienes ahora ejercen el mando en la Liga Cultural, son hombres relativamente nuevos, lejos va quedando la hegemonía dirigencial de Don José Castiglione y de los viejos fundadores de esta prestigiosa Liga. Los desaciertos y las mañas indisimuladas de los “dueños de la Liga”, al menos proponen desde lo gestual, que Central Córdoba no está en sus planes para ese año, quieren otro campeón, quieren que el galardonado sea uno de los que comparte la “mesa chica” del futbol local, pues al fin y al cabo, que puede hacer Don Alfredo Terrera para evitarlo, ya que  tras el alejamiento parcial del futbol, de su gran amigo, el Dr. Castiglione, ha quedado un poco más huérfano y relegado en términos de representación deportiva en el contexto de la Liga.

En la ciudad santiagueña, mientras la pelota sigue rodando, empiezan a aproximarse otros tiempos, ya se habían apagado varias usinas culturales o del pensamiento, lugar desde donde varios dirigentes ferroviarios supieron construir los cimientos de nuestro club, esos movimientos típicos de las décadas de los años 20 y 30 habían quedado en el olvido. Incluso, desde la política, el radicalismo vernáculo, el de las trincheras y los discursos lascivos, movimiento que había sido un importante benefactor para nuestros cuadros dirigenciales a la hora de resolver problemas, se encontraba en un estado de desconcierto total, debilitado y en búsqueda de nuevas alianzas políticas.

En contraste, desde Buenos Aires y con alguna movida eficaz de piezas, empezaba a desplegarse silenciosamente, en gran parte de las provincias, un nuevo horizonte político denominado peronismo. Desde lo social, hay tensión, el cambio de aire y de ánimos en la ciudad son palpables, la mutación paulatina del tiempo histórico, es sumamente visible. Se presenta imparable, y Central Córdoba, se encuentra allí, justo en el medio de esa taimada transición social, política y cultural, apostando sus últimas fichas, a aquel torneo que, por momentos, parece escapársele de las manos. Tanto el Presidente, Dr. Carlos Zurita (1939-1941), como el Dr. Victorio Giuggiolini (1941-1943), Don Pascual Yemma (1943-1945), y desde luego, Don Ramón Alfredo Terrera (1945-1946), habían venido postergando algunas pequeñas obras para el club, se habían dedicado exclusivamente a bregar por un campeonato, ya no era un sueño, se había convertido en algo sumamente necesario, ganar el primero.

Falta una fecha para la definición del torneo, la situación ya era incontenible, y en la última semana del mes de octubre, estalló un pleito de características escandalosas, se especulaba con maniobras de “incentivación”, primero hacia los jugadores de Comercio, quienes tenían la misión de descabezar al “equipo sorpresa” en la última fecha, para que no siga sumando puntos. Luego esa misma situación repercutió en torno a los bandeños, en la previa de afrontar el partido final. Se especula inclusive, con la injerencia en varios niveles del futbol, de algunos directivos ajenos a Central Córdoba para intentar torcer un eventual rumbo hacia la clasificación.

En algunos medios, se critica reiteradamente la decisión de hacer jugar de nuevo el partido suspendido. La Comisión Directiva del Ferroviario no tiene buenas expectativas sobre el desenlace del campeonato, y algunos creen que es una causa perdida, pero no se quedan de brazos cruzados, hay reuniones febriles de último momento, se pasa a cuarto intermedio, se vuelven a reunir, entre semana debaten “en secreto”, respecto de que rumbo tomar ante este atropello por parte de los directivos de la Liga, de allí surgió una decisión sumamente riesgosa, el Presidente Alfredo Terrera, con apoyo total de la Comisión Directiva y de la afición barrial, opto por retirarse de la Liga Cultural con todo lo que ello implicaba, y de ese modo, sacrificar todas las chances de obtener el primer campeonato.

Esta estrategia de presión política tuvo algunos avances significativos. Con algún apoyo tácito de la prensa, logro la renuncia a pleno de aquel dudoso Tribunal de Penas, quienes además, en esos días cruciales, habían sido puestos en el centro de la crítica publica por sus malos procederes, sobre todo, a raíz de su fuerte entrometimiento en el partido de la última fecha jugado entre Central Córdoba y Comercio. No obstante, aun con varias cosas a su favor, la Comisión Directiva tuvo que ceder en algunos aspectos. No hubo caso, e igualmente se debió viajar a La Banda para revalidar en aquel encuentro decisivo. Era demasiado lo que había en juego, nadie quería quedar afuera. Algunos soñaban con la concreción de un “año redondo”, otros como Unión, soñaban con la “repartija” de honores, y otros, simplemente, soñaban con su “primera vez”. En el fondo, los desplazados del Tribunal de Penas, aún tenían el poder.

A ese mal llamado “partido desempate”, que nunca tuvo razón de ser, ya le habían puesto fecha y debía jugarse nuevamente en aquel territorio agresivo, allí, donde empezaron todos los males. Algo acertado y digno, hubiera sido jugar en una cancha neutral. Luego de varios días de agitación, de una vergonzosa situación de peleas y renuncias, se superaron todas estas escenas bochornosas y poco constructivas para el futbol santiagueño. Dejaron de ser el centro de discusiones públicas, bajaron los ánimos, y finalmente, los dirigentes a cargo de restablecer el torneo, programaron el encuentro para el domingo 11 de noviembre de 1945. El árbitro designado, fue el Sr. Terribile. Había llegado la hora de la verdad.

“La previa”, inició como no podía ser de otra manera, con una semana cargada de tensiones, el candor futbolero era algo que se podía palpar en las calles del centro, y sobre todo en cada esquina, en los puestos de diarios. Solamente se hablaba de ese partido, y de vez en cuando, los más “entendidos”, dejaban escapar algún comentario viscoso, sobre lo mal que había manejado el Tribunal de Penas la situación de Central Córdoba. En ese marco, los medios templaban el coraje de la parcialidad, y le imprimían, un mayor tono dramático, solicitando que envíen al “escuadrón” de policía completo a La Banda por la peligrosidad del partido, no le habían errado en sus pronósticos, El Liberal, en la edición del lunes 12 de noviembre, en su página de deportes, indicaba que: “La cancha de Central Argentino, presento un marco extraordinario, por la enorme multitud de aficionados que llegaron hasta las instalaciones…”.

Fue así nomás, una inmensa muchedumbre a pie, y en varios camiones, se movilizó por el Puente Carretero para llegar hasta la cancha de los “Arroces” en la otra banda del Rio Dulce. Mucho calor, dirigentes nerviosos y reflexivos en las horas decisivas, humos exaltados en algunos sectores de la parcialidad visitante, excesiva bronca contenida en otros. Del otro lado del charco, hinchas bandeños bravos, y jugadores aguerridos esperaban por la llegada de los “Ferros”. Ahí estuvo presente el humilde pueblo de Cantarranas, pues nunca decayó el apoyo y el clima festivo de su denostada gente, después de todo, era la final de sus vidas. Ni más, ni menos, era la final que se le había cancelado por 26 años, desde el día mismo de su fundación, y que muchos lo habían estado esperando por todo ese tiempo.

El desenlace de aquel lejano encuentro, que prácticamente quedo extraviado en los pliegues de la historia, fue el mítico 5 a 5, y el surgimiento de la figura de Víctor el “Congo” Cáceres, quien con sus “shots” enviando la pelota al fondo de la red, comenzaría a escribir los primeros renglones de la historia grande de nuestro club. A Central Córdoba lo habían puesto de espaldas a un precipicio, no tenía opciones, era ganar, o a lo sumo empatar, para evitar llegar a jugar un triangular final con los otros dos influyentes escoltas, que le igualaban en puntos.

Luego de todas las situaciones desesperantes que se habían vivido en las últimas semanas, ahora, todas las miradas se habían concentrado en estos dos equipos y en sus conductores, también a Estudiantes y a Unión, arbitrajes poco claros, le habían facilitado algunos “trámites” en las fechas finales del Anual. Algunos puntitos indiscretos, habían ayudado a engrosar sus números en la tabla perjudicando a otros equipos, como a Comercio, por ejemplo. Por otra parte, Estudiantes competía en el torneo nacional, y Unión le prestaba sus mejores “goleadores” con los que siempre ganaba. Llegaron los tres líderes al final del torneo con 25 puntos. Central Córdoba debió llegar con 26 en la fase regular y ser un campeón sin polémicas.

Finalmente, fue empate en La Banda, un sanguinario 5 a 5, y ese puntito agónico obtenido en el partido de la insolencia, fue el que lanzó al Ferroviario a la obtención de su primer campeonato oficial. No fue un torneo más, fue el logro que inauguró una generación formidable de dirigentes, fue la conquista que abrió las puertas a la construcción de la excelencia futbolística, para que trece años después, con pruebas y errores en el medio, iniciara la más maravillosa saga de campeonatos obtenidos. Campañas jamás vistas, ni igualadas por otro club, en el futbol de la provincia.

El diario La Hora del lunes 12 de noviembre de 1945 titula a sus anchas: “Por primera vez ganó un campeonato Central Córdoba”. Una columna de ese mismo periódico, en la misma jornada, titulada “Gotas”, narraba lo siguiente: “Anoche a llorado con lágrimas coloradas el Presidente del club Central Córdoba, Sr. Terrera. Entre sollozos a dicho emocionado que han ganado el campeonato de 1945 en la cancha y no perjudicando a nadie en la Liga”.

Definitivamente, Central Córdoba, terminó rindiendo un examen muy difícil en el campo de juego, y allí legitimó esa campaña formidable que había desarrollado a lo largo de ese año, aun cuando sus detractores, le habían acusado injustamente de “acomodar” el resultado contra Comercio en la última fecha. Al no poder bajarlo en la cancha, intentaron bajarle el precio tocando sus fibras éticas, solo por el hecho, de ser un club honesto. Nunca fue nada fácil, para los del Oeste. Central Córdoba fue ganador del “mini” torneo preparación de 1945 (torneo oficial que se jugaba en una sola rueda, todos contra todos, pero que en el fondo revestía de alguna informalidad en su desarrollo). Subcampeón invicto del Torneo de Honor del mismo año (campeonato oficial breve que se realizaba en los primeros meses del año, antes de iniciar el Torneo Anual). Campeón del Torneo Anual de 1945. Y lógicamente, a todos estos logros, acompañaban la consagración de una serie de goleadores letales, salidos del terruño, entre ellos, encabezando la tabla de “artilleros” Don Víctor Cáceres con 14 goles. A él le siguieron, con una importante racha, Don Carlos Saad con 9 goles. Don Antonio Menesses y Don Pedro Juárez con 6 goles cada uno. Fue un año impecable por donde se lo mire. Nadie tenía el derecho a quedarse con ese título, más que los dueños de un año inolvidable. Nada había para discutir. Desde entonces, el Ferroviario, ya no sería uno más del montón.

La extensa caravana de regreso a Santiago tuvo muchos momentos de sensibilidad, Don Alfredo Ramón Terrera retornaba muy tranquilo y feliz luego de superar una semana estresante, algunos dirigentes y jugadores habían permanecido fundidos en un cálido y extenso abrazo en el campo de juego, y una larga peregrinación de hombres y mujeres alegraban, entre el perrerío, el paso de la hinchada por las callecitas bandeñas con sus arengas y sus canticos de campeón, luego, la fiesta eterna. Entre asado vecinal y mucho vino con agua, la jarana se extendió por varios días en el populoso Cantarranas, sin dudas, fue un largo y merecido festejo. Ahí nomás, Terrera prometió tres vaquillonas para el asado con cuero, y aquellos días festivos terminaron hacia fines de noviembre con una proverbial comilona costeada por la institución en nuestro estadio, reuniendo a jugadores, dirigentes varios y a gran parte del vecindario, el diario La Hora del 22 de noviembre, vuelve a ser categórico y apunta: “Comerán, tomarán y bailarán en la cancha que les pertenece”. En aquel caluroso noviembre del 45, se vivieron los días más felices tras la conquista de ese primer torneo, fue el zenit y la gloria para ese puñado de humildes “footballers”, caritas ajadas por el impiadoso sol, oriundos del Cantarranas. Y desde luego, también fue tiempo de algarabía incontenible para toda esa antigua barriada obrera que nunca dejo solo a su club. Central Córdoba fue merecido campeón de ese año memorable, no solo, porque fue un equipo que puso “garra y corazón” en cada partido, sino también, porque a ese derrotero de la injustica, lo partió al medio la tenacidad de sus dirigentes, y el empuje de su barrio.

Nuestros primeros campeones fueron:

Titulares: Rodolfo Ruiz, Felipe Toloza y Elías Suarez, Pereyra, Víctor Cáceres, Agustín Ceballos y Antonio Ingratti, Pedro Juárez, Luis Mendia, Carlos Saad y Antonio Menesses.

Suplentes: Cortez y Ceballos.

Fuentes:

  • “La 5ta División del Club Central Córdoba, se clasifico nuevamente campeón de 1944” Diario La Provincia. Año 1944.
  • Diario La Hora. Ejemplares varios de octubre y noviembre, Año 1945.
  • Diario El Liberal. Ejemplares varios. Año 1945.
  • Entrevistas al profesor Gustavo Pereyra. Integrante de la Junta Histórica del CACC.
  • Artículos de la Revista El Grafico. En: https://www.elgrafico.com.ar/categoria/1088/%C2%A1habla-memoria!

 


El autor de la nota también forma parte de la Junta Histórica del Club Atlético Central Códoba. Departamento de Cultura

 

 

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