Deportivo Paraguayo, un espacio y una comunidad construida por exiliados

por Agustín Paratcha, socio del CIHF

 

Las líneas rojas y azules que dividen el escudo con un fondo blanco y un límite pintado de negro esconden una aventura que nos invita a someternos, a preguntar y a interiorizar. Porque el ascenso argentino, un mundo que, por momentos, está rodeado de apostadores y sospechas, pide contar lo no contado. Y el Deportivo Paraguayo, un humilde club que se salvó el año pasado de la desafiliación, viene al caso. Porque para comprender por qué el club, luego de 60 años de fundación, construyó por primera vez su cancha propia, toca, a través de la curiosidad y de las constantes preguntas a lo largo del camino, ir a los inicios.

La palabra “proceso” equivale a un período vinculado a una dictadura. A años de censura, persecución y tortura. Paraguay lo sufrió durante 34 años. La aparición de Alfredo Stroessner, tras el golpe en 1954, obligó a que varios de sus ciudadanos abandonaran las tierras. Pero un pequeño puñado de personas, a modo de refugio, decidieron instalarse en la Argentina con un objetivo: crear un club que funcione como una comunidad. Así fue. El 15 de agosto de 1961, distintos socios fundadores —André Ubaldo, Vidal Gómez y Franklin González entre los más destacados— crearan al Deportivo Paraguayo. El club empezó a tomar forma tras conformar la entidad “casa paraguaya” en el 58´, una institución para la comunidad donde se reunían compatriotas. Hoy, el club, en manos de Abel Cárdenas (presidente), Salomón Rodríguez (vicepresidente), Aníbal Vargas (vicepresidente 2do) y socios históricos, reconstruirán sus comienzos en la institución (desde la sede hasta la llegada de cada integrante de los dirigentes) y un cúmulo de viajes, anécdotas y emociones de familiares que debieron trasladar sus costumbres.

El Deportivo Paraguayo debió pasar por múltiples sedes y alquilar oficinas para poder consolidarse. Hasta que en 1985, se compró la definitiva. Por un lado, el dinero fue recaudado tras las participaciones en el “Campeonato de los pueblos del Paraguay”. Figuraban más de 60 equipos y se jugaba en la cancha de Lugano, donde hacía de local el club. Y en segunda instancia, se mantuvo gracias a los socios del momento que hicieron un esfuerzo económico enorme. Hoy, la sede actual se encuentra en Piedras 1676 y es el espacio ideal para conocer los orígenes y toda la parte histórica del club. Funciona como escenario de debates sobre las distintas disciplinas y actividades tanto sociales como culturales que aborda el club, además del fútbol, y se reúnen políticos paraguayos de distintos partidos más las presencias de algunos deportistas o exdeportistas paraguayos, caso José Luis Chilavert.

La visita a la sede  sirvió  para aventurarnos y comenzar a investigar acerca del club. Un pasillo corto conecta un salón lleno de mesas y sillas para poder tomar algo. A un extremo se encuentra la barra, un mini buffet, a cargo de Agustín Espínola Sanabria, exjugador del Deportivo Paraguayo, y, detrás cuenta con la cocina, que mantiene vivo el menú paraguayo: chipá y mate cocido. Y en el otro, un sector donde se reúnen los dirigentes del club en una mesa larga y ancha mientras de fondo se aprecian cuadros de distintos planteles  —El primer equipo del Deportivo Paraguayo en el 61’—, y de escudos del club pegados por doquier.

Un hombre viejo, de pelo canoso, sentado mientras sostiene un mate cocido se reúne todos los miércoles allí. Es el vicepresidente Salomón Ramírez Santa Cruz, quien está en el cargo de la institución desde hace más de 35 años. Se asoció al club en 1983 después de aceptar el llamado de un amigo de su padre que trabajaba de utilero, se convirtió en el socio número 930, en la misma época que Darío Amarilla y ganó las elecciones con la agrupación Movimiento recuperación institucional (MOREI) -agrupación que tienen hoy en día- en la sede actual.

Pero nos cuenta que, en los primeros años de la sede, tomó una decisión que cambiaría por siempre las políticas del club sin importar las ideologías de cada persona: “Cuando gano las elecciones no permitían la venta de los diarios de la oposición a la dictadura ni se podían cantar canciones en forma de protesta. Los periodistas me decían si iba a tomar una medida. Fui claro y conciso. Les dije que este iba a ser un territorio liberado para todos los paraguayos. Que vengan todos con revistas, diarios, de la oposición, de lo que sea. Y agrega: “Se sumaron todos los agentes del servicio de la dictadura y nos peleábamos. Me decían ‘¿Cómo puede ser presidente que se permita leer dicha revista acá si es una entidad deportiva y no política?’. Le respondo: ‘¿A vos te exigen que leas? No. Entonces, ¿Por qué vas a prohibir que lea el otro?’. Nuestro lema es prohibido prohibir. Si me gusta lo que haces, te escucho y me prendo. Si no, no”. Han asistido políticos como Horacio Rodríguez Larreta, Axel Kicillof, partidos liberales, comunidad comunista, colorados, etc. Y fuera de la política, dentro de la parte cultural, estuvieron presentes varios escritores, caso Teresa Godoy, secretaria privada de Héctor Germán Oesterheld, el autor de “El Eternauta”. Un lugar al que vienen muchas personalidades. Para que la gente, respetuosa y con conocimiento, se sienta cómoda. “Valoro lo que hacen ellos. Aprendemos mucho de nosotros y nosotros mucho de ellos”, concluye Salomón.

Las puertas siempre estuvieron abiertas para los inmigrantes paraguayos a pesar del menemismo y de la dictadura militar en la Argentina. Salomón remarca que la actualidad puede condicionar el futuro del club y la parte histórica. Lo que engrandece al Deportivo Paraguayo es la formación de la comunidad, que cada vez más paraguayos puedan inmigrar al país para sumar. El gobierno del presidente Milei endureció las condiciones de radicación y para deportación de inmigrantes sudamericanos, generando problemas en la colectividad paraguaya. Salomón divide dos posturas: la expulsiva (Estados Unidos y la Unión Europea expulsan migrantes -lo que pretende Milei con los inmigrantes en Argentina-) y la inclusiva (Ley Argentina donde llegás al país y en 30 días podés tener tu residencia precaria, te regularizas y ya estás incluido dentro del sistema).

Previo a su mención acerca de la lucha ante la ley migratoria, Salomón agradece el plan “patria grande” impulsado por el kirchnerismo. Al poder regularizar a más de 300 paraguayos a través de una lucha de los inmigrantes, se consiguió un decreto para la regularización migratoria y en la primera experiencia participaron distintas organizaciones paraguayas, que ayudaron a que los compatriotas se documenten de manera orgánica.

Fue un gran paso para la comunidad paraguaya, que venía arrastrando décadas de historias marcadas por el exilio y la búsqueda de un lugar donde reconstruir sus vidas sin miedo. Muchos de ellos habían llegado huyendo de la dictadura de Alfredo Stroessner, que durante 34 años persiguió y silenció a todos los que estuvieran en contra en Paraguay, obligando a cientos a dejar sus casas y sus familias. Para quienes llegaron a la Argentina, el club Deportivo Paraguayo se convirtió en mucho más que un espacio deportivo: fue refugio, lugar de encuentro, de debate político y de preservación de la identidad cultural.

Entre quienes celebran estos avances está Abel Cárdenas, actual presidente del club, hijo de Belardo Cárdenas, periodista perseguido por la dictadura de Stroessner. Abel creció escuchando relatos de clandestinidad y resistencia, y encontró en el Deportivo Paraguayo un espacio para crear proyectos colectivos, culturales y deportivos. La sede de Piedras 1676, hoy corazón del club, fue escenario de innumerables reuniones, desde charlas políticas y culturales hasta gestiones para ayudar a otros extranjeros a regularizar su situación migratoria.

Abel conoce de cerca las dificultades que vivieron los inmigrantes paraguayos que llegaron escapando de la represión y la crisis económica, incluyendo al anterior secretario de cultura del club, Miguel González, apodado como “Lambaré”, quien su padre había sido un militar contra la dictadura y con toda su familia debieron huir. Cárdenas también vio de su padre las interminables gestiones en Buenos Aires para conseguir documentos y trabajo. Esos recuerdos marcaron su compromiso actual. “El club no es solo para jugar a la pelota”, dice Abel en reuniones con socios y dirigentes, “es el lugar donde la gente encuentra consuelo, compañía y soluciones.” Bajo su gestión, Deportivo Paraguayo se consolidó no solo como un club de fútbol, sino como un espacio para asesoría migratoria, actividades culturales, peñas folclóricas y debates sobre la situación política en Paraguay y Argentina. Y a propósito sobre de sus padres: “Ellos tuvieron que escapar de la dictadura de Stroessner. Mi papá, Belardo, se instaló aquí como periodista. Trabajó en diarios como en La Razón, en La Prensa y en la Agencia Nacional Italiana (ANSA). Pero al ser perseguido, se tuvo que refugiar en la Argentina”.

Cerquita del bar, rodeado de varias mesas y sillas, camina, sin apuros, un hombre de aspecto flaco y con gorra puesta. Se trata de Darío Amarilla, que, con una sonrisa mayúscula, relata con orgullo su unión al Deportivo Paraguayo, a través del grupo MOREI un 29 de junio de 1970. Y en consecuencia, lo convirtió en el socio número 905 del club. Pero su llegada fue complicada. Lo buscaron, junto a su hermana, durante la dictadura de Stroessner, por lo que el exilio no era una opción, sino una urgencia. Se instaló en el barrio porteño de Mataderos con toda su familia, luego, años después, en 1977, formalizó su vínculo con el club al asociarse y desde entonces no se fue más. Sin embargo, él recuerda y agradece su convivencia en sus primeros tiempos en la institución al ser un espacio de encuentro y militancia cultural: “Antes, en la sede, algunos venían a vender diarios, a buscar información. Era otra época. La llegada de los Ramírez trajo en consecuencia un cambio de sistema y ahora puede venir cualquiera. El club está abierto, más incluso que nunca”.

Salomón, Cárdenas y Amarilla no esconden nada, no censuran la verdad. Porque el Deportivo Paraguayo, un club humilde que se construyó en manos de exiliados, tiene una historia profunda para contar. Y aún hay más. La palabra no la toman solo los dirigentes o los trabajadores con lazo directo al club, sino que también se le da el espacio al resto de los trabajadores. Al contrario, no sería una comunidad. Ya lejos de la mesa de reuniones, el destino guía a interactuar con el hombre de los chipá y el mate cocido. Agustín Espínola Sanabria, exjugador del Deportivo Paraguayo, nos recibe en su cocina, donde prepara la cena todos los miércoles en las reuniones. Ofrece, de manera amable, chipá a cada persona que se acerca. Sin temor, abierto a todos. Ya con su chipa en la mesa y su mate cocido en dirección a sus labios, toma asiento y empieza a jugar con la memoria. Recuerda si algún familiar tuvo que sacrificarse e instalarse en el país a raíz de la dictadura en Paraguay, aunque no lo logra con exactitud. Aunque sí un episodio que le quedó grabado por siempre: “Un amigo mío, llamado Edmundo Villalba, me contó que un político paraguayo, que se había escapado de la dictadura —partido colorado (bandera roja)— por mantener una ideología diferente, —era del partido liberal (bandera azul) —llegó a la sede y se escondió en un sótano que da en la parte trasera de la cocina, donde preparo las comidas. ¿Por cuánto tiempo? Se quedó tres meses viviendo allí”.

Fuera del contexto político, nos detalla su llegada al club a pura casualidad en 1980. Mientras jugaba al fútbol junto a sus amigos como pasatiempo, cerca de la Quemita en el Bajo Flores, lugar donde entrenaba el Deportivo Paraguayo, los dirigentes lo vieron y le preguntaron si quería formar parte del plantel. Si bien la decisión pasó a manos de su tío, quien era su jefe en el trabajo, este no dudó y lo autorizó. Así, arrancó en el 81’ en la reserva. Pero en sus cuatro años en el club, compartió un año entero con una figura mundial que pasó incluso por el Paris Saint Germain. En la temporada 88-89, conoció al considerado como el mejor jugador panameño del siglo XX: Julio Dely Valdéz.

Nacido en Colón, Panamá, Julio llegó al club casi de casualidad.  Su hermano Armando, que jugaba en Argentinos Juniors, lo llamó y lo trajo para que probara suerte en la Argentina. Pero Argentinos no llegó a concretar ni el contrato ni los trámites migratorios. Así fue como Mario Otolograno, un fanático del bicho de la paternal y responsable de las juveniles del Deportivo Paraguayo, lo convenció para unirse al club de la Primera D. En su debut, Julio convirtió nada menos que cuatro goles . y terminó expulsado ante Lugano en Cañuelas, donde hacía de local el Deportivo Paraguayo.

En apenas 30 partidos, Dely Valdés marcó 27 goles y se consagró goleador de la Primera D, dejando un recuerdo imborrable entre quienes lo vieron jugar. Agustín Espínola Sanabria –compañero suyo en aquellos años y testigo directo de las noches interminables en el club– lo describe como un joven alto, flaco, veloz, con un salto impresionante y una humildad que lo hacía integrarse rápido a un grupo formado, en su mayoría, por chicos de bajos recursos. “Era mi referencia en la cancha. Yo agarraba la pelota y se la daba siempre a Julio. Algunos compañeros me retaban: ‘¿Por qué todas al negro?’. Pero él siempre las metía. Era imparable”, recuerda entre risas.

Aunque los registros de aquellos partidos se perdieron en el tiempo —en una época sin transmisiones ni videos que se viralicen en redes—, en el club aún circulan anécdotas sobre sus goles y su simpatía. Hoy, desde Panamá, Julio mantiene el vínculo con Deportivo Paraguayo, prueba viva de que los lazos que se tejen en el ascenso argentino pueden durar toda una vida.

Este es el Deportivo Paraguayo. Un club correspondiente a la Primera C que merece, en voz alta, contar una realidad que mucha gente desconoce: la creación del club gracias al espacio brindado por el expresidente de la nación Juan Domingo Perón, las fuertes historias de las familias de distintos integrantes del club en medio de la dictadura de Alfredo Stroessner, la instalación y el cambio que generó Salomón Ramírez, el actual vicepresidente del club, en la sede final y definitiva que permite la vinculación con total libertad de las personas sin importar las ideologías y el paso del considerado mejor jugador panameño en el siglo XX, Julio Dely Valdéz.

Deja un comentario