por Ignacio Titimoli, socio del CIHF
El 6 de junio de 1964, Argentina se consagró campeona de la Copa de las Naciones. Este certamen, organizado por la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) con motivo de su cincuenta aniversario, fue el título más importante de la Selección Argentina hasta la obtención, en 1978, del Mundial. En la práctica, este título también funcionó como un bálsamo hacia la conducción de la AFA, que nunca pudo -y mucho menos por aquellos días- desprenderse de su histórica fama asociada al caos institucional.
Además de Brasil, al torneo estaban convocados Inglaterra (organizadora del siguiente mundial en 1966), Portugal (revelación de Europa) e Italia (ganadora de los campeonatos mundiales en 1934 y 1938). La negativa a participar del certamen por parte de la selección azzurra, abrió las puertas a la Selección Argentina, que llegó al torneo cubierta por una cortina de escepticismo por sus recientes y pobres actuaciones internacionales.
El 31 de mayo, la albiceleste disputó el primer partido frente a la selección de Portugal. Allí resaltaban las figuras de Eusebio, Simoes, Coluna y Germano, pero la selección nacional obtuvo una victoria trabajosa y memorable por 2 a 0, con goles de Rojas y Rendo.
Tres días más tarde, en San Pablo, Argentina enfrentó a Brasil, el favorito a ganar el título. El primer partido disputado por la verdeamarela había acrecentado su fama de gran selección: venció 5-1 a Inglaterra, en el Maracaná, bajo la lluvia y ante un estadio repleto. La delegación argentina asistió a ese encuentro y solo una pregunta ocupaba la mente de los futbolistas y la dirigencia: ¿cómo debía marcarse a Pelé?
Finalmente, ocurrió lo inesperado, porque la selección nacional venció a la escuadra brasileña. A sesenta años de aquel encuentro, el partido es especialmente recordado por la actuación de Mesiano, el por entonces jóven futbolista de Argentinos Juniors, que supo marcar y controlar a Pelé. Tal fue la actuación del futbolista, que Pelé no soportó tan férrea oposición y enfureció golpeando a Mesiano y quebrando su tabique nasal. Pese a no ser expulsado por el árbitro suizo Dienst, Argentina aprovechó su noche de gracia para coronar una actuación memorable: con dos goles de Telch y otro de Ermindo Onega, se impuso por 3-0. Como si todo esto fuera poco, cuando el partido se encontraba 2-0, Brasil tuvo la posibilidad del descuento a través de la vía del penal. Sin embargo, Amadeo Carrizo detuvo el disparo de Gerson -y ya pareció como si todas las posibilidades de la remontada carioca hubieran quedado sepultadas.
Para coronar el veranito futbolístico de la selección en suelo brasileño, llegó la victoria 3 días más tarde, el 6 de junio, por 1 a 0 frente al tercero de los participantes en el certamen, Inglaterra. El goleador fue nuevamente el Tanque Rojas.
La mentada victoria habilitó la obtención de la copa que premió a grandes futbolistas argentinos tras una actuación más que destacada, con seis goles a favor y ninguno en contra.
Los veintidós jugadores que integraron el plantel argentino fueron los siguientes: Carrizo y Righi, arqueros; Ramos Delgado, Magdalena, Vidal, Vieitez, Simeone, Vázquez, Rattín, Telch, Varacka y Mesiano, defensores y volantes; Chaldú, Onega, Rendo, Fernández, Artime, Rojas, Prospitti, Willington, Bielli y Casa, delanteros. El director técnico fue José Minella.