Muy pocos días después del primer aniversario del fallecimiento de Diego Armando Maradona, acontecimiento que no ha terminado de ser aceptado en el ánimo de tantísimos aficionados al fútbol alrededor del mundo, pero fundamentalmente en Argentina y en Nápoles, otra tragedia ha sacudido a la familia del astro eterno del fútbol mundial.
Por Raúl Ramírez, socio del CIHF.
Ha muerto Hugo Maradona, el “Turco”, el hermano menor de Diego, cuando apenas tenía 52 años. Un infarto cardíaco le arrebato la vida en su casa de Monte di Procida, en las afueras de Nápoles, allí donde vivía desde hacía tiempo tras casarse con una napolitana.
No alcanzó nunca el nivel de figura del deporte, afectado probablemente por esa dicotomía de aquellos que adquieren la fama inmediata por portación de apellido, pero a la vez se ven sometidos siempre a la comparación permanente con un original inalcanzable. “Mi hermano es un marciano”, dijo el Turco cuando apenas tenía 10 años y le preguntaban si aspiraba a parecerse como jugador a su hermano ya famoso. Pese a su tierna edad, Hugo definía con precisión quirúrgica las condiciones del más grande de todos los tiempos y se ubicaba a sí mismo en el nivel terrenal que nunca lograría trascender. Dijo también entonces, y seguro para él valía más, que su hermano era “su mejor amigo”. Más allá de las distancias y del tiempo, ese lazo no se rompió nunca y lo acompañó hasta su última hora.
Lo que lo vimos con la albiceleste de la Selección Juvenil argentina en el Sudamericano Sub 16 de 1985, aprendimos que también podía haber un Maradona que hiciera cosas grandes sin manejar la izquierda. Hugo fue la mayor figura de un equipo sorprendente, lleno de promesas que ganó un certamen a la vieja usanza, de todos contra todos y en un estadio único: el viejo recinto del Bosque platense de Gimnasia y Esgrima, que empezó sin mayores expectativas, pero que fue sumando multitudes llevadas por el boca a boca y la televisión que mostraba a un grupo de purretes sin complejos, audaces y decididos que practicaban un juego vistoso y eficaz.
Argentina despachó a siete rivales, goleando a casi todos (solo Chile rescató un decoroso 1-3 en contra) hasta el decisivo choque con el otro favorito, Brasil (jugado por excepción y ante la masiva convocatoria, en cancha de Vélez).
En un partido durísimo, en el que Brasil estuvo dos veces arriba, Argentina terminó ganando 3-2, con un gol de Lorenzo Frutos y dos del Maradona más chico, uno de ello una avivada genial a la salida de un tiro libre, propia del crack en ciernes que era. Claro que era un sub 16 y como suele ocurrir con las promesas de inferiores, la mayoría quedaría en el camino. Solo Fernando Redondo se convirtió de ellos en un referente mundial. Hugo sería uno de aquellos que, como sus compañeros Sallaberry, Miguel o el citado Frutos, lograron eslabonar una carrera profesional digna pero sin llegar a la cima.
Tras el debut en ese mismo año en la primera de Argentinos Juniors, fue convocado dos años después por el Nápoli donde refulgía su hermano. Sin lugar en el primer equipo fue cedido a préstamo al Ascoli, humilde entidad de la región de Le Marche, que en ese tiempo jugaba en la Serie A. Allí actuó en 13 partidos de la división superior, sin convertir. Luego su carrera discurrió por diversas entidades del mundo: Rayo Vallecano español, Rapid Viena austríaco, el Deportivo Italia de Venezuela, Progreso de Montevideo, antes de embarcar a una estadía en Japón, vistiendo los colores de PJM Futures, Avispa Fukuoka y Consadole Sapporo, luego un paso por Canadá en el Toronto Italia para finalmente volver a la Argentina, donde cerró su ciclo rentado en Almirante Brown de Arrecifes, en ese entonces en la B Nacional, segundo nivel del fútbol argentino.
Su apellido trascendió a su figura y a su trayectoria de jugador. Siguió siempre ligado al fútbol, como entrenador de equipo juveniles en el lugar donde ser Maradona, aunque no se sea Diego, acerca al portador de apellido a la adoración dedicada a las deidades: Nápoles. Allí se despidió de la vida terrenal.
Sin caer en sentimentalismos fáciles, resulta irresistiblemente tentador soñarlo tirando paredes por la eternidad con el hermano que admiró y amó.
Nacido en Lanús el 9 de mayo de 1969, su deceso se produjo el pasado 28 de Diciembre.