por Felipe Soutinho, socio del CIHF
Tomás Francisco Beristain nació en el barrio La Mosca (Avellaneda, Buenos Aires), el 11 de septiembre de 1910. Pero no fueron allí sus inicios, porque de muy pibe lo llevaron para Liniers, después Vélez Sarsfield y finalmente Mataderos, donde empezó a hacerse jugador.
Estuvo en las divisiones inferiores de Progresista. Cuando Antonio Sastre pasó de ese club a las filas de Independiente, él también quiso hacerlo, pero no se le encontraron condiciones. Y así los rojos perdieron a un puntero izquierdo de excelentes aptitudes. A Progresista ingresó en 1928 para jugar en la cuarta. En 1929 pasó a la primera y en agosto de 1931 se incorporó a Platense.
Se ganó el apodo de “El Rey del Taquito”, por su característica de hacer el pase cruzando la pierna que impulsa la pelota por detrás de la vecina, jugada también conocida por “rabona”.
Él mismo lo explicaba: “A veces de derecha la tiro así porque no puedo patear bien con esa pierna. Tengo el tobillo medio estropeado y si pateo fuerte me duele. Debería usar tobilleras, pero no puedo acostumbrarme. Me pongo las medias y los botines, y ¡dale a la que te criaste! Hasta la liga me molesta”.
En Platense jugó entre 1931 y 1936, actuando en 180 partidos oficiales, en los cuales marcó 61 goles, que comenzaron con su debut ante River (a los 10 minutos, triunfo por 2-1) hasta el último contra Racing, con otro triunfo por 2 a 1. Fue un ídolo calamar, y todavía es considerado uno de los más grandes punteros izquierdos del club. En 1937 lo transfirieron a San Lorenzo. Cerca de 200 carnets fueron rotos por socios disconformes con su venta al Ciclón, junto a su entreala José Pérez, en $35.000.
A San Lorenzo llegó con la ingrata tarea de competir con Arturo Arrieta, una gloria del club. No logró repetir en el equipo azulgrana las mismas actuaciones que tuviera en Platense, pero sin embargo llegó a jugar 52 partidos marcando 16 goles, entre los años 1937 y 1941.
Ahora que ya presentamos resumidamente al personaje de la nota, vamos al tema central: su paso por el equipo brasileño de la Portuguesa Santista.
En 1940, con un contrato firmado para actuar en Europa, dejó la Argentina rumbo al Viejo Continente. Eran tiempos en que ese tipo de viaje se hacía por mar y llevaba varios días hasta llegar a destino. El navío hizo escala en Brasil, más específicamente en el puerto de Santos.
Aquí hay que hacer un paréntesis: un brasileño, residente en Buenos Aires, había escrito una carta a un sobrino pidiéndole para que recibiera en el puerto de Santos a un puntero izquierdo de la selección argentina, que estaba siendo negociado con el fútbol europeo. Este sobrino era Alberto de Carvalho, dirigente de la Portuguesa Santista. Este hecho va a tener mucha relevancia en lo que sucedió después.
Al llegar a Santos, Beristain bajó del navío deseoso de conseguir un local para entrenarse, de manera de no perder la forma. Alberto de Carvalho se aprovechó de eso para llevarlo hasta el estadio Ulrico Mursa, de la Portuguesa local, donde se entrenó con el plantel de primera. Su fútbol maravilló a los dirigentes e hinchas locales, así como a sus compañeros de entrenamiento. Los directivos decidieron fichar al fenomenal puntero.
Pero había un problema: el navío partía el mismo día por la noche rumbo a Europa. Los dirigentes pidieron entonces la ayuda de otro argentino que actuaba en el club, el half Baigorria, para que convenciera a Beristain de quedarse en Santos, y además firmar un contrato con la Portuguesa. Al final lo lograron, y el puntero firmó por el periodo de un año, a préstamo de San Lorenzo.
Beristain con la casaca de la Portuguesa, junto a sus compañeros de delantera
Beristain se tornó, incluso, una atracción en la playa, cuando hacía su recreación en la arena con una pelotita de goma. Un elevado número de asistentes de ambos sexos (más femenino, por supuesto) quedaba en torno de él, deslumbrados por lo que conseguía hacer con tan diminuta pelota.
Beristain se consagró como un crack, reconocido por todas las hinchadas, sea la santista o mismo la paulistana. Una de sus más brillantes actuaciones fue el 14 de julio de 1940, de local contra el Corínthians, a quien la Portuguesa derrotó por 5 a 2, habiendo el puntero marcado dos goles (uno de penal) -con otro mal anulado por el árbitro, marcado de chilena desde afuera del área-. Se notabilizó también por patear penales y córneres de “rabona”.
A mediados de 1941, Beristain decidió retornar a su país natal. La Segunda Guerra Mundial recrudecía en violencia, y su familia lo quería cerca. Los directivos accedieron a sus motivos y le ofrecieron una cena de despedida, en la cual el extremo declaró que jamás olvidaría Santos y que, en caso de que volviera a actuar en Brasil, no lo haría en otro equipo que no fuera la Portuguesa.
Volvió a San Lorenzo, pero ahí encontró el puesto ocupado por Nicolau y no logró actuar más que un par de veces, marcando dos goles frente a Ferro Carril Oeste.